María
Tan ignorado era su dolor que sólo podía mantenerse hablando de otra cosa, cualquier evento que tuviera lugar en su ciudad o en otra ciudad, tal vez ni siquiera estuviera pasando nada, sólo tenía que mantenerse hablando, mientras su corazón se congelaba, las lágrimas amargas permanecían en sus intestinos asediando un momento de silencio para saltar con toda furia.
Ella no quería llorar, ella no sabía llorar, podía actuar como una persona normal, aunque realmente eso hubiera deseado aquel hombre postrado en la camilla ante ella. Su boca cocida con hilo regular de costura muy delicadamente hilvanado, con los labios hinchados el hombre quería gritar pero no podía. Tenía una cantidad desproporcionada de anestésico inyectado en sus extremidades. Aunque se quería mover no podía. Ella lo miraba fijamente a sus ojos asustados. Balanceando su cabeza como un cachorro tierno.
- ¿Sabes cuántas veces me he sentido así?... No, no lo podrías saber.
Dejó caer un hacha directamente al centro de su rostro. La dejó plantada allí entre la sangre abundante. La cabeza temblaba con frecuencia mientras el cuerpo yacía insensible y un suave gemido todavía salía de su garganta. - Shh! Cállate dolor. Rompió el bombillo. Subió los peldaños de madera y cerró la puerta tras de sí.
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