martes, 24 de julio de 2012

Reflexión: Salsa de tomate para las heridas

Hemos leído por ya más de una década libros de autoayuda, con títulos como "Sopa de pollo para el alma", ¿Quién se ha llevado mi queso?, La Culpa es de la Vaca y referencias peculiares a la vida cotidiana que en  ánimo de crear una sensación de bienestar enganchan la curiosidad de la persona que busca lectura ligera y útil, promoviendo el  auge de la industria de textos con claves, reflexiones y banditas que pueden sanar una herida superficial pero que sólo te dejan ver que la puerta a la superación personal no tiene el cerrojo puesto. Hay una frontera de experiencias, entre leer un libro y realizar un verdadero cambio significativo en la vida personal, y por ende, en tu entorno. 

En gran medida esta necesidad de leer y buscar textos con perspectivas diferentes, se relaciona con una carencia afectiva o con una búsqueda interna. Muchas veces producto del sistema que hemos permitido que se establezca en la sociedad y dentro de nosotros. Se han filtrado a nuestros deseos y estímulos las reglas, leyes y sanciones sociales, por lo que nuestro sistema de valores se retuerce y necesitamos orientación. Le hemos dado más valor a lo nuevo, mantenerse "a la vanguardia", incluso le damos a veces más importancia al conocimiento que a la misma vida ¿Y al fin y al cabo, no son la fe y la vida las que nos sorprende? 

Las familias se dispersan, la violencia crece, sin darnos cuenta que hay que frenar la violencia en nosotros mismos, comprender que no es útil... y escuchar, seguir leyendo toda clase de libros y elegir, en el poder de decidir está la diferencia, tomar la decisión de dejar atrás algo y aferrarse a lo que se desea construir, valores del ser humano que requieren ser cuidados: la perseverancia, la curiosidad, la creatividad, la generosidad; no por salir en un medio social cibernético o tradicional, sino por generar el cambio en sí, por vivir, porque el día de mañana quieras las arrugas que te salgan, en lugar de buscar más dinero para estirarte la piel. 

La belleza no respeta edades, está presente en cada etapa de nuestras vidas, pero hasta en eso se está dejando pasar el mercadeo social a la vida íntima del ser humano. Hay que leer, pero saber leer, reunirnos a realmente conversar sobre ideas constructivas, no sobre problemas y violencia, llegar a acuerdos no crear disidencias, tenemos que estar conscientes que estamos aquí y ahora, es nuestro tiempo; que tenemos una generación de adultos de más de 60 años de quienes aprender; lo que hicieron mal y lo que hicieron bien; una generación de niños con habilidades dinámicas que requieren de nuestro cuido y sobre todo, que nos tenemos a nosotros mismos en un sistema que a pocos hace feliz. Así que, aférrate a tus ideas positivas con los pies sobre la tierra. 

En la vieja escuela se decía si no duele no está funcionando, hoy sabemos que es relativo; pero ciertamente nos permite saber que hay que experimentar para conocer a ciencia cierta lo que a cada uno le sirve. En la vieja escuela, la gente parecía vivir más. Se sabe que aunque una operación te quita un exceso, necesitas reposar y aguantar el dolor o molestia de la recuperación, así que no hay que temer al dolor de la sanación, ese es el dolor bueno, porque antes si te rompías la boca, te decían te pusieras salsa de tomate, ¡cómo duele! pero funciona. Así que, no le tengamos miedo al remedio porque no hay dolor eterno, pero la cura siempre vale la pena. 

Tomemos lo mejor de la vieja escuela y hagamos una nueva, sin excluir a nadie, sino dando el valor que tuvo en su tiempo y la función que tiene en el nuestro. Leamos los libros de otros autores, pero con la conciencia que tu historia la escribes tu. Feliz día y siempre iluminen el espejo con una sonrisa. 

martes, 17 de julio de 2012

Relatos de amor: Las ventanas del alma


 Como cualquier otro día caminaba por el boulevard hacia la parada del autobús. Cuando por primera vez, realmente la vi.

Sí, a esa niña que todos los días vendía dulces, cigarrillos y chucherías en la esquina. Debajo del gran árbol de lara. Por primera vez realmente la vi; no preguntándome dónde están sus padres, no criticando las políticas gubernamentales que permiten que infantes vendan en la calle mientras luchan por gestionar recursos a través de su ideología; no.

Por primera vez, vi que sus ojos tenían más que cansancio por el sol que soportan todo el día. Eran dos fuentes que están tan tristes que se quedaron sin lágrimas; lágrimas que no eran de tristeza sino de dolor. Dolor que era físico en la superficie, pero profundamente emocional. El dolor del abandono mezclado con la tristeza del cansancio.

-         - ¿Conoces la tristeza del cansancio?

Y en ese momento me di cuenta. No importa si conozco o no la razón de su dolor. Lo que importa es si realmente puedo hacer algo para aliviar su carga. Comprando una chuchería sólo alimentaría su realidad: la prisión del vender para subsistir. ¿Cómo podría regalarle algo que nutra su corazón entristecido? Un detalle que nutriera la semilla de la magia en su interior, la fuerza que ya se extinguía en su piel tiznada adornada de un cabello oscuro y maltratado.

Miré el reloj frente a mí. El reloj de arena de un local indio de la  ciudad que se voltea cada hora; con arena fucsia para publicitar el restaurant. Entonces entendí que la erosión que el tiempo había hecho en ella, haciéndola un desierto, debía día a día regarla para que la alegría pudiera florecer. Así comencé a cuidar de esa pequeña flor de unas diecisiete vueltas alrededor del sol.

El primer día le compré un chocolate y se lo obsequié. Manifestó duda, pero le dije:
-     -     Hoy le prometí a mi hija hacer algo lindo.

Lo tomó con precaución y no lo consumió al instante. Esperó que llegara su hermano quien vendía flores en el semáforo cercano para compartirlo. Al segundo día, le llevé un jugo, con la excusa de que me sobraba. Al tercer día, le envié de forma anónima una grulla de origami.

Ni siquiera sabía su nombre, pero fue mi proyecto por ciento un días. Le hice llegar detalles de forma que no supiera que era yo, quise evitar interpretaciones vanas usuales en el ambiente de corrupción de la sociedad. Pasaron ciento un días para que la niña cambiara progresivamente su actitud, su entusiasmo, comenzó a ofrecer a los locales cercanos dulces; lo que le dio más ingresos. Se interesó en la lectura, le dejaba a veces revistas de diversos tipos. Se dedicó tiempo a sí misma. Cerraba un poco más tarde y abría su local ambulante más temprano. Bastaron ciento un días para que dijera luego que alguien le comprara un producto: Gracias; para que atravesara la calle hasta las puertas de la iglesia que siempre estuvo allí, se hincara ante la estatua de la cruz y sus ojos pudieran llorar de nuevo, entregar todas sus resistencias y me gusta pensar, que ahora empezó a descubrir su fuerza interna.

Ese día llegué a mi casa miré a mi familia, abracé con amor a mi esposa y mis cuatro hijos. Llegué hasta el espejo embargado de la emoción y le agradecí  a la vida, nunca he sido muy devoto a venerar un Dios, pero ese día me sentí bendecido porque entendí el poder sanador del amor. 

viernes, 13 de julio de 2012

Antes de partir

El bebé colibrí crecido antes de irse

Aquí se nota como el pico se pierde cuando mira de frente

10 de julio, el 11 ya partió

Así quedó el nido vacío con los vestigios de lo que fue su hermano

lunes, 9 de julio de 2012

Colibrí. Dos semanas

06 de julio
"Abrió los ojos"
09 de julio
"No cabe en el nido"


De Emile Henry Gauvreay

"Era ese tipo de persona que se pasa su vida haciendo cosas que detesta para conseguir dinero que no necesita y comprar cosas que no quiere para impresionar a gente que odia". 


Emile Henry Gauvreay. Periodista canadiense, nacido en 1939. (Rompe el ciclo)

domingo, 1 de julio de 2012

Al día con el colibrí

Los hermanos colibrí el 27 de junio
Hace una semana que nació el primer huevo de colibrí. El segundo huevo nació pero no sobrevivió. Sin embargo, le he hecho seguimiento al crecimiento del mayor y al comportamiento de la colibrí, que pese a ser madre, he notado tiene la costumbre de no permanecer sentada en el nido luego de 5 ó 6 días de vida de la cría. 

Lo alimenta con frecuencia en el día, pero incluso en la noche ha quedado solo en el nido. Pese a mi preocupación, de que ella no volviera, esperé a la mañana su retorno, no sin antes investigar en internet sobre el comportamiento de las madres colibrí, encontrando que muchas personas han hallado nidos desatendidos, por lo que hay que preguntarse es ¿Es usual en la colibrí no posarse en el nido luego de 6 días de nacido y por ello, nosotros (mamíferos al fin) nos adelantamos al rescate? 

Satisfactoriamente, ella regresó a las siete de la mañana, le dió de comer y se separó del nido. Aunque permaneció cerca, cuando me acerqué para tomar las fotografías se hizo notar con su chasquido característico, similar al de una chicharra.

Nunca imaginé que iba a estar documentando pájaros. Sin embargo, estoy viviendo un episodio que me recuerda las imágenes que publican los testigos de Jehová en los folletos; me encuentro rodeada de pájaros, perros, abejas y no los molesto, ni me molestan. Aunque sucesos como el del viernes: Cuando un policía de civil frustró el atraco a una farmacia Saas a cuadra y media de mi casa, también me recuerdan las acciones negativas. Después de todo, tal vez realmente el paraíso y el infierno conviven en la Tierra, ¿Alguno tiene dudas? Por el momento, dejo esta imagen de dulzura, un video de un chico que salvó a un colibrí. ¿Esto no te hace pensar que nosotros podemos elegir entre un lugar y el otro? Estos son delirios de domingo sin desayuno, sólo disfruten.