Hemos leído por ya más de una década libros de autoayuda, con títulos como "Sopa de pollo para el alma", ¿Quién se ha llevado mi queso?, La Culpa es de la Vaca y referencias peculiares a la vida cotidiana que en ánimo de crear una sensación de bienestar enganchan la curiosidad de la persona que busca lectura ligera y útil, promoviendo el auge de la industria de textos con claves, reflexiones y banditas que pueden sanar una herida superficial pero que sólo te dejan ver que la puerta a la superación personal no tiene el cerrojo puesto. Hay una frontera de experiencias, entre leer un libro y realizar un verdadero cambio significativo en la vida personal, y por ende, en tu entorno.
En gran medida esta necesidad de leer y buscar textos con perspectivas diferentes, se relaciona con una carencia afectiva o con una búsqueda interna. Muchas veces producto del sistema que hemos permitido que se establezca en la sociedad y dentro de nosotros. Se han filtrado a nuestros deseos y estímulos las reglas, leyes y sanciones sociales, por lo que nuestro sistema de valores se retuerce y necesitamos orientación. Le hemos dado más valor a lo nuevo, mantenerse "a la vanguardia", incluso le damos a veces más importancia al conocimiento que a la misma vida ¿Y al fin y al cabo, no son la fe y la vida las que nos sorprende?
Las familias se dispersan, la violencia crece, sin darnos cuenta que hay que frenar la violencia en nosotros mismos, comprender que no es útil... y escuchar, seguir leyendo toda clase de libros y elegir, en el poder de decidir está la diferencia, tomar la decisión de dejar atrás algo y aferrarse a lo que se desea construir, valores del ser humano que requieren ser cuidados: la perseverancia, la curiosidad, la creatividad, la generosidad; no por salir en un medio social cibernético o tradicional, sino por generar el cambio en sí, por vivir, porque el día de mañana quieras las arrugas que te salgan, en lugar de buscar más dinero para estirarte la piel.
La belleza no respeta edades, está presente en cada etapa de nuestras vidas, pero hasta en eso se está dejando pasar el mercadeo social a la vida íntima del ser humano. Hay que leer, pero saber leer, reunirnos a realmente conversar sobre ideas constructivas, no sobre problemas y violencia, llegar a acuerdos no crear disidencias, tenemos que estar conscientes que estamos aquí y ahora, es nuestro tiempo; que tenemos una generación de adultos de más de 60 años de quienes aprender; lo que hicieron mal y lo que hicieron bien; una generación de niños con habilidades dinámicas que requieren de nuestro cuido y sobre todo, que nos tenemos a nosotros mismos en un sistema que a pocos hace feliz. Así que, aférrate a tus ideas positivas con los pies sobre la tierra.
En la vieja escuela se decía si no duele no está funcionando, hoy sabemos que es relativo; pero ciertamente nos permite saber que hay que experimentar para conocer a ciencia cierta lo que a cada uno le sirve. En la vieja escuela, la gente parecía vivir más. Se sabe que aunque una operación te quita un exceso, necesitas reposar y aguantar el dolor o molestia de la recuperación, así que no hay que temer al dolor de la sanación, ese es el dolor bueno, porque antes si te rompías la boca, te decían te pusieras salsa de tomate, ¡cómo duele! pero funciona. Así que, no le tengamos miedo al remedio porque no hay dolor eterno, pero la cura siempre vale la pena.
Tomemos lo mejor de la vieja escuela y hagamos una nueva, sin excluir a nadie, sino dando el valor que tuvo en su tiempo y la función que tiene en el nuestro. Leamos los libros de otros autores, pero con la conciencia que tu historia la escribes tu. Feliz día y siempre iluminen el espejo con una sonrisa.